Oda al mes de
marzo
Karma es lo que un demonio espera,
en la noche soberbia de un soberbio verano,
reina en los infiernos la soledad que abunda,
la llegada de un dios que ahora nos perturba,
y sobre la soledad en una piedra se muere.
Tan tranquila en su camino los sonidos dibuja,
antes de una marea y después de una guerra
tentaciones de besar y sensaciones de morir,
inclementes susurros que se agitan por gritar
atacando las aves del purgatorio, la soledad
inaudita;
ni piensan en regresar los melancólicos sonetos
a la casa en que las tardes a un funeral asistían.
Ante la similitud del invierno el infierno desespera,
la presa fácil de una sensación de refugio;
varían los monótonos minutos en tu mano
acariciada por una rara luz de eternidad:
radiante y enigmática como el diseño
arcaico de la rosa que sobre el sepulcro
dormida se queda; y casi siempre
ondula como los versos del pianista.
Valiente el sol se opone de la tarde
antes que la luna con su sábana negra
lo abandone a una tempestad desconocida,
antes que la misma luna se convierta en el
renacido sol de marzo;
en ese mismo sol que ahora te mira
zapateando las estrellas y dejando sobre tu mejilla
ocaso de caricias que ahora duermen.
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